Urutú camina con el español atravesando la espesura por la senda secreta. La ambición es una fiebre que lo posee. Quiere que su nombre silencie a los ancianos y someta a sus guerreros. Puede ver el humo de los fogones de Yaguarí trepando la selva, su tiempo está por comenzar. El español avanza confiado, la obediencia del indio es cosa simple, cumplirá con el pacto, porque los indios no tienen alma que deban preservar del pecado. Lo llama amigo y él le responde irũ sin mirarlo. La traición de Urutú no comenzó hoy, caminando delante del español, develando el secreto de la senda. Nació cuando deseó tener un nombre más fuerte que el silencio, abriendo una grieta que lo separó de los dioses. Con el primer disparo de arcabuz, el cielo se llenó de alas que huí an de un estruendo ajeno a la tierra y el grito de una mujer fue el único sonido permitido por la selva. La primera en caer fue una niña que de a palitos le daba de comer al fuego, el disparo le llevó la cabeza. A Urutú le he...
Hace años, en un día de verano ajeno al calendario, Sergio Maggio se arrojó desde los acantilados de Chapadmalal. La misma elite que lo adulaba, le dijo las palabras que lo empujaron a la muerte y disciplinaba ahora sus olvidos para escribir una memoria a su medida. Prohibidos y aberrantes, sus secretos debieron quedarse entre su sombra y su dios, pero revelados sin reparos y con insólita arrogancia, se volvieron incendiarios y motivo de unánime condena. El día de su suicidio no pasó nada memorable, la vida ocurría con la indulgencia y el hastío del verano, abundaban los pies descalzos, los perros echados a la sombra y las naranjas, y su cuerpo en los fondos sepulcrales de ese abismo, quedó en la roca como un Prometeo de cara al cielo comido por la rapiña hasta la hartura. Olvidado sin remedio por responsos y obituarios, de Maggio no se habla, ni se lo alude de soslayo ni por oblicua referencia, para que a fuerza de no hablado vaya perdiendo si los tiene los anhelos por la histor...